Charlando con Lorena Suárez: Sobre el proceso creativo
La musa no siempre puede acompañarnos cada a vez que nos sentamos a escribir, pero eso no significa que estemos solos. Nuestra creatividad es natural, siempre está con nosotros, pero cómo abrazar ese lado nuestro en vez de dejar que nuestra cabeza pulule con toda la información que nos rodea (o que podemos encontrar nada más desbloquear nuestros teléfonos) a veces puede ser todo un reto. Con Lorena (autora de Rursus Humanitas) hablaremos sobre el proceso creativo que conlleva escribir y cómo potenciarlo:
1.Hay miles de técnicas para dejar que la creatividad fluya. Algunos hacen meditación, se van a un lugar en concreto para centrarse en la escritura, escuchan música, etc. ¿Cómo lo haces tú? ¿Haces algo en especial para meterte en tu historia que, de no hacerlo, no podrías escribir?
Para que la creatividad fluya, hay tres grupos de elementos: los que son fijos y afectan directamente a mi capacidad de concentración, los que son variables y dependen del momento de la historia; y la Vida, así, con mayúscula.
En mi caso, los que son fijos son el café y el silencio. Sin esto, no arranco; el lugar me es indiferente, solo necesito un teclado. El silencio es lo más difícil de conseguir, pero no es imposible: la soledad y apartar el móvil ayudan. Luego, durante la escritura, necesito saciar el hambre. Parece una tontería, pero cuando tengo hambre mi estómago habla más alto que mi cerebro, es lo que hay.
Los que son variables, como he dicho, dependen del momento de la historia. Si estoy en un momento donde entra la ciencia (escribo ciencia ficción y fantasía), la documentación previa es esencial. Si es un momento emocional, me suelo acompañar de la música adecuada para potenciar el sentimiento. Si estoy describiendo un objeto que me he inventado, suelo dibujarlo primero porque soy muy visual.
Me dejo la Vida para el final porque es una fuente de inspiración permanente. «Para escribir, hay que vivir» no se dice por nada, es muy cierto. Esto no significa que tengas que lanzarte a hacer puénting, por ejemplo (yo no lo haría ni loca). Significa estar atenta/o a lo que sucede a tu alrededor, salir de casa, observar, escuchar. A mí me sirve, sobre todo, para describir a las personas: sus reacciones, gestos, posturas…, ese tipo de datos que dan mayor profundidad a un personaje. Pero también se puede observar la naturaleza, sus colores y sus formas; o la estructura de la ciudad… En fin, todo aquello que nos rodea nos puede ser útil.
2. Aunque no todo funciona a todo el mundo, ¿qué método recomendarías a todo el mundo probar para dejar que su creatividad fluya mejor a la hora de escribir? En caso de bloqueo creativo, ¿qué trucos te han ayudado a que vuelvas a sentirte creativa y capaz de enfrentarte a la hoja en blanco?
Bueno, voy a empezar diciendo que el bloqueo del escritor no existe y que, por tanto, no hay trucos. El bloqueo del escritor es un concepto creado en 1947 por el psicólogo austríaco Edmund Bergler (seguidor de Freud, ejem). Según la teoría de este buen señor, el bloqueo es culpa nuestra (freudiano, ya lo he dicho). Ahora bien, ¿antes de 1947 no se bloqueaban los escritores? Se ve que no.
Esta etiqueta del «bloqueo del escritor» tiene total relación con la sociedad en la que vivimos. Tenemos que ser productivos todo el tiempo y, si no lo somos, algo estamos haciendo mal. Si nos sentamos a escribir y no hemos compuesto una frase en cinco minutos: ¡Dramón!, estamos bloqueados.
Pues mira, no.
El mejor método para que fluya la creatividad es dejar de pensar que nuestra creatividad debe estar al máximo nivel todo el tiempo. Ni lo está ni lo va a estar, no es así cómo funcionan los cerebros.
Plantéate, en cambio, dos cosas:
- ¿Estás en las condiciones adecuadas para crear? Muchas veces, no lo estamos, por razones emocionales o porque no tenemos el conocimiento adecuado sobre lo que queremos escribir; o por cualquier otra razón que no tiene nada que ver con tu capacidad creativa, sino con tu momento vital o tu situación personal.
- ¿Tu historia realmente funciona? Esta pregunta no se la hace nadie. O muy poca gente. Y hay que hacérsela. Si no fluye, ¿no será que no debe ser escrita? Puede ser que tengas la idea y solo la idea: no la escribas aún, indaga más. Puede ser que tengas la idea, pero no estés alineada/o con el tono, es decir, que emocionalmente estés en un lugar distinto de tu historia: no la escribas aún, espérate. Y, lo más difícil de admitir, tienes la idea, pero es un petardo y no sirve: pues no la escribas nunca y ya está.
Después de analizar todo esto, si te pones a escribir con convicción y la cosa fluye hasta que un día te paras (no se dice «te bloqueas», ¿vale?), hay otras cosas que se pueden hacer que también forman parte de la escritura. Mi favorita es pasar el corrector de textos, pero también repasar mis notas, releer lo que ya he escrito, volver a mi documentación o buscar la que tengo pendiente, escribir las ideas sueltas que me van llegando, dejar hablar a los personajes que me incordian. O, simplemente, dejo descansar mi pobrecita cabeza, que también lo necesita. Me doy un paseo y oxigeno las neuronas, que esto nunca sobra.
3.¿Qué consejos tendrías para “alimentar” nuestra creatividad a la hora de escribir o de planificar nuestra historia?
Es posible que mezcle ambas cosas, escribir y planificar. Voy a ello:
Mapa o brújula, todos tenemos un objetivo final: terminar la historia. Nada mejor para planificar la historia que saber a dónde va. Yo suelo escribir el final de mis novelas muy pronto, una vez escrito el segundo o tercer capítulo (mis capítulos son largos, serían como las 100-150 primeras páginas, más o menos), y lo recomiendo siempre.
«El final» significa la escena final, no la idea del final. Si eres mapa, la escena final será el último hito en tu recorrido. Y si eres brújula… Las brújulas siempre indican el norte, la escena final es tu norte. Según mi experiencia, cuando tienes la escena final escrita, es más fácil elegir entre las ideas que te puedan surgir; sobre todo, eliminar las que no funcionan, por maravillosas que puedan ser.
Luego, hay cinco cosas que no se deben olvidar jamás:
- Tu estilo debe ser tuyo, no una copia del estilo de otro/a. Esto no se consigue con la práctica, se consigue con la madurez. La madurez es darte cuenta de que estás copiando (mientras practicas).
- No hay «trucos para escribir/narrar/describir», hay técnicas y recursos. Lee mucho, más a los clásicos (los clásicos inventaron esas técnicas y/o las usaron mejor que nadie, por eso son clásicos, ¿de acuerdo?) y fórmate con buenos profesionales.
- Tus personajes son personas completas, con pasado, presente, futuro, personalidad y deseos. Debes darles todo esto.
- Tu mundo, real o imaginario debe ser funcional (creíble, consistente y lógico). Trabájalo antes y durante la escritura; después de la escritura, revísalo.
- El tiempo interno de la historia necesita seguir un calendario lógico (embarazos de quince meses o mayorías de edad justo después de la primaria serían ejemplos de calendarios nada lógicos).
4. En caso de los mapas/arquitectos, ¿hasta qué punto deberíamos dejar que nuestra creatividad vaya más allá de lo que tenemos planeado, a riesgo de que esa nueva idea no funcione?
Bueno, como brújula que soy, lo que más me llama la atención de los mapas/arquitectos que conozco es cuánto sufren cuando se les desmonta la arquitectura; cuando tienen una idea brillante que eleva la historia, la mejora, pero no saben cómo encajarla en su plan inicial.
Lo que yo os diría es que no os cerréis de golpe ante el surgimiento de una nueva idea, preguntaos esto: «¿Qué pasaría si mi mapa fuera un puzle donde puedo intercambiar una idea por otra y que, aún así, sea capaz de volver a encontrar el camino en mi mapa?».
Es decir, analizad la nueva idea, aseguraos de que puede conectar perfectamente bien con el resto y de que añade valor a la historia. ¿Lo hace? Pues adelante.
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