El segundo aniversario de Hope está aquí y sigo sin estar preparada para dejarla ir

Mentiría si dijera que no me cuesta asimilar que ya han pasado dos años desde que tuve a mi primer Hope entre mis manos (de verdad, pensé que sería su primer aniversario… para siempre). Supongo que me voy haciendo vieja y el concepto del tiempo ya no es tan firme como en mis tiempos mozos... Ya, pobre de quien tenga que aguantarme dentro de cinco años.

Hope es un libro especial para mí. Siempre lo va a ser. Fue el primer libro que publiqué, a raíz del cual el mundo empezó a enterarse de que yo no iba en broma cuando dedicaba mis ratos libres a encerrarme en la habitación con mis cuadernos y mi portátil. Ojalá pudiera decir que me puse a chillar y a llorar cuando lo cogí por primera vez como una madre primeriza – y seguramente que mentí diciendo que hice tal cosa porque es lo que en mi imaginación había esperado. Pero la verdad es que soy lo peor. Sí, me hizo feliz. Me hizo ilusión poder cogerlo al fin. Pero tampoco fui mucho más allá. Todavía me pregunto qué demonios me pasa cuando al fin consigo algo, algo enorme, y la emoción es justa, muy limitada. Creo saber la teoría, y es que soy una zorra conmigo misma. Así, sin pelos en la lengua, que ya nos conocemos de sobra.

Siempre he pensado que soy un desastre. (Sigo pensándolo.) De que no puedo hacer algo completamente bien. Algo perfecto; como si alguien pudiera. Cuando termino algo no tengo esa sensación de “¡Hallellujah! ¡Por fin! ¡Bien hecho!”. No. Una vez algo acaba, otra cosa debe empezar, siempre. Si termino un borrador, tengo que empezar la reescritura, después con la primera corrección, y con la segunda, y con la tercera, y luego lectores beta, pero mientras también tengo que ir escribiendo otra cosa porque si no nunca sacaré las historias que tengo en mi cabeza y… y la cosa es que por mucho que me trato de engañar, nunca termina. Nada termina para mí. Y Hope, aunque lleve ahí fuera dos años, tampoco ha terminado.

Para los que no lo sepan o no lo hayan leído, Hope es la historia de una escritora con bloqueo y depresión cuya perra, Hope, desaparece una noche sin dejar ni rastro e intenta recuperarla dejando en el camino la poca estabilidad mental que le quedaba. En realidad, ese resumen es bastante breve, porque Hope abarca tantísimas cosas que, sí, me quedé a gusto una vez lo terminé de escribir. Me acuerdo perfectamente todavía de una noche en la que estaba con mi prima y brillante ilustradora (@kali_kariumu en IG) hablando sobre nuestros planes de futuro cuando ambas todavía teníamos unos 19-20 años (madre mía, qué niñas éramos). Ya tenía el primer borrador de Hope escrito y le dije que tenía que publicarlo. Que era lo mínimo que podía hacer para dar un poco de justicia a mi Hope – quien se llamaba Linda y es el hermoso rostro de la portada.

Yo no escribo para hacer a nadie feliz, ni siquiera a mí misma. Escribo porque dentro de este mundo tan cargado de mentiras y violencia y dolor, quiero saber qué es mi verdad. Hope fue un ladrillo en la cara de todos los que me habían hecho daño en mi pueblo natal. Desearía haber golpeado más fuerte, pero mis manos están un poco atadas para difundir esa obra debido a lo caro que es y que no puedo hacer colaboraciones digitales como hago con su hermano pequeño, Noroi. Pero, por pequeño que haya sido el impacto, cuando lo noto se me queda una sensación extraña en el pecho. Haciendo presentaciones con Hope, hablando sobre lo duro que es sufrir depresión y sentir que nadie te va a entender porque tu mayor pena “solo es un animal”, la gente se abría a hablar de ello. A hablar de verdad. De lo que duele perder a un ser querido tan especial como un perro o un gato – o cualquier compañero no humano. Nunca había tenido una conversación así sin que alguien viniera a restarle importancia a esos sentimientos. Para mí fue bastante revelador, descubrir que había tanta gente cerca que también se sentía como yo. Que Hope no era un libro tan raro como había creído porque, aunque algún lector no hubiera convivido con animales, el amor que la protagonista siente y el dolor de la pérdida es universal.

Sé que Hope se merece mucho más de lo que ha recibido hasta ahora. El siguiente año, cuando lo reedite y lo publique bajo mi propia ala (todavía no tengo nada en mente en especial para la edición… pero voy a trabajar con Kali para que tenga la belleza que se merecía desde el principio), sé que llenará muchos más corazones (y los romperá).

La gente no deja de decirme que Noroi es mucho más fácil de leer, mucho más ligero y más disfrutable. Y por supuesto que lo es. Hope en ningún momento fue escrito para que resultara sencillo de leer. Hace falta un lector valiente para afrontar esas páginas, al igual que yo tuve que ser valiente para romper el silencio en el que llevaba durante años y publicarlo. Sí, quizá eso lo haga menos “comercial”, pero cada lector es un regalo y un orgullo para mí.

Así que no, Hope no es algo del pasado para mí, sino del futuro. Nunca escribiré una secuela ni cambiaré el final. Estos dos años he aprendido tanto de su mano que podría escribir un nuevo tocho con mis vivencias y reflexiones, pero para no estropear el cumpleaños, dejémoslo aquí. Y no hago promesas… pero haré cuanto esté en mi mano para chillar y llorar cuando vuelva a tener entre mis manos ese futuro primer volumen.

Feliz segundo aniversario, Hope.

Y a mi Linda y a mi Wolfo, siempre os querré. Os echo de menos.



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