Charlando con Marina LB: Sobre cómo construir personajes con personalidad única
Uno de los retos de ser un escritor es intentar no caer en clichés que resulten demasiado predecibles y sorprender al lector. Los personajes que van a conformar la historia son uno de los elementos más importantes a tener en cuenta. Si todos los personajes suenan como uno solo, su personalidad se pierde, al igual que si se intenta adaptar un patrón a un personaje y más tarde se rompe sin ningún motivo de peso o explicación se perderá la confianza y credibilidad del lector. Cómo construir personajes bien definidos y humanos es un trabajo que puede abordarse de diferentes maneras, las cuales abordaremos con Marina (autora de Aquel verano contigo y Todos los inviernos sin ti):
1. A la hora de crear una historia, el/la/los protagonista(s) es uno de los primeros elementos que nos vienen a la mente. A menudo se cae en el cliché de hacer protagonistas sin fallos, que destacan en todo lo que se proponen, son muy hermosos físicamente y que si caen mal a la gente es por envidia; lo que se suele llamar una Mary Sue o un Gary Stu. Este tipo de protagonistas no resulta muy creíble, ya que todos tenemos algún que otro fallo y se nos dan mal otras cuantas cosas. Sin embargo, si queremos hacer un personaje que sea excepcionalmente bueno en general, ¿cuál sería tu mejor método para crear un protagonista que es único, pero al mismo tiempo que los lectores puedan identificarlo como humano y, por tanto, empatizar con él/la/los mejor? ¿Hasta qué punto un personaje puede ser por natura especial sin rallar lo insufrible?
Normalmente, cuando una historia nueva aparece en mi cabeza, los personajes principales vienen de la mano y lo curioso es que, la mayoría de las veces, antes de completar la trama, le doy vueltas y vueltas a cómo van a ser esos seres que van a sufrir mis ideas. Es decir, casi siempre me siento a escribir sin saber muy bien qué va a pasar en la historia, pero teniendo claro qué personalidad tienen mis protagonistas, al menos en unos rasgos muy generales.
Si algo he aprendido leyendo es que un personaje tiene que ser real, que si algo nos chirría, lo rechazamos. No me gustan los personajes perfectos, no me fío de ellos, me pego toda la novela esperando a que la líen. Y cuando no la lían, me decepcionan. Pensemos, ¿hay alguien perfecto? Si alguien dice que sí, quiero conocer a su candidato. Es que ni siquiera físicamente podemos ser perfectos (excepto Maxi Iglesias). Así que, para crear un buen protagonista lo visualizo y, sobre todo, en lo físico me planteo cómo se ve él. Nadie mejor que nosotros mismos para sacarnos fallos. Hasta el más engreído se ve defectos. Por ejemplo, mi Iván, es un tipo atractivo, pero su nariz es algo más larga de lo que debería ser, tiene una cicatriz en la ceja y, de adolescente, era delgado y desgarbado. Sofía es bajita y muy blanca, y vive a la sombra de la belleza exuberante de su mejor amiga. En fantasía mola ponerles defectos más evidentes (esta gente suele batallar, pueden ser cojos y tuertos con facilidad).
En cuanto al psique, es más complicado, sin embargo, es necesario que algo les falle. A algo tienen que temer, algo se les tiene que dar mal, o pueden ser un poco egoístas, o demasiado sensibles… Un protagonista no tiene por qué caer bien a todo el mundo, solo tiene que hacerte sentir . A mí no me caía bien Harry Potter. Es más, odié a Harry Potter, trataba fatal a Ron y Hermione. ¿Qué me decís de Frodo? Tío, cómo te portas así con Sam… Valeria de Elísabet Benavent (por irme a la romántica) era una infiel redomada, por mucho que intente justificarse, además de indecisa. ¿Y qué? Nada les impidió ser protagonistas. Es más, esos fallos los hacían mejores porque, si tienes arte, consigues que el lector lo entienda. Harry Potter estaba sobrepasado por las circunstancias (era un adolescente), Frodo estaba influenciado por el poder del anillo y Valeria no era feliz. Si tú, como escritor, logras que veamos sus fallos y, de algún modo, los queramos igual, lo tienes. Eso es lo que un lector busca. Personajes con los que identificarse, no la perfección. Porque la perfección molesta mucho más que la imperfección y, por desgracia, es mucho más previsible. Si alguien lo hace todo bien, lo hace todo bien, no hay más.
Así que yo, cuando me siento a escribir, intento hacer un esbozo de todo lo bueno que tienen mis protagonistas, y de lo malo. Sobre todo, de lo malo. Por ejemplo, Iván está machacado por un pasado, por una historia familiar que no le ha dejado levantar cabeza. Es impulsivo, es complicado, es borde. Y también es buena persona, feminista, justo, amigo de sus amigos… Y bueno, después de que la gente leyera Aquel verano contigo, la experiencia me dice que lo creé bien, que Iván gusta, a pesar de que, en ocasiones, no actúe de la manera correcta.
2. Las historias que contamos suelen ser parte de nuestra propia naturaleza y muchas veces cuesta ver los rasgos de nuestra personalidad que estamos imbuyendo en los personajes. A veces pueden ser rasgos muy diferenciados que convierten a cada personaje en uno diferente del otro, pero en ocasiones puede ser una repetición de la misma voz que en el texto resulta complicada de distinguir o incluso de poner una personalidad propia a cada personaje. En el caso de los personajes secundarios, los cuales tienen un menor tiempo en escena, ¿cómo podríamos conseguir que en poco espacio se marque la personalidad de un personaje, pero sin que resulte forzado o sin soltar información irrelevante a través del narrador?
Alguien me dijo una vez que los secundarios tienen que cumplir una función en la trama. Si no, hay que eliminarlos. El relleno, en narrativa, no va bien. Cuando planteo un personaje principal cierro todo su entorno y así surgen los secundarios que necesito. A partir de ahí, los trato como si fueran principales en el sentido de que también tienen su fichita y su contexto, aunque a veces parta de un arquetipo (el pesado, el gracioso, la lanzada…) y luego lo moldee hasta que sea redondo. Me fijo mucho en que tengan algo que los diferencie unos de otros, que aporten subtramas o que hagan crecer al protagonista (bien poniéndole las cosas difíciles o ayudándolo).
Y luego, cada vez que aparecen, tienen que mostrar coherencia. O sea, no me vale que obedezcan a lo que yo necesito, yo no soy dueña de mis personajes, eso es algo que he aprendido, hacen lo que quieren, y hay que dejar que lo hagan porque ellos tienen razón. Si un personaje es siempre sincero, no puede mentir porque a mí me venga bien. Si miente, tiene que tener una razón muy poderosa. O, si no, que no mienta.
3. Las influencias son importantes a la hora de poder dar más color a nuestras obras y sobre todo a nuestros personajes. Tanto la vida real como otras ficciones pueden alimentar nuestra creatividad, encontrando en otras personas o personajes el tono que quieres dar a tu protagonista/personaje. Sin embargo, basarnos demasiado en ciertos personajes puede llevarnos a imitar, en vez de crear. ¿Cómo se podría evitar que, sin darnos cuenta, repliquemos a un personaje de otra ficción, pero sin tampoco renunciar a la esencia de esa idea que nos atrae? Dado que “ya todo está escrito”, ¿hasta qué punto deberíamos esforzarnos por hacer un protagonista original o aceptar influencias externas?
Uf, esto es difícil y es una de las cosas que más miedo me da cuando escribo: copiar (no solo personajes, también tramas). Esto me despierta el síndrome del impostor con frecuencia.
Está bien que cojamos referencias, pero odiaría que alguien me dijera que un personaje mío es idéntico a otro de otro escritor. Sentiría que he fracasado como creadora.
Reconozco que me quedo con cosillas de personajes que ya existen y que me han marcado, pero siempre, siempre, intento aportar algo que lo haga especial. Y creo que aquí entra la esencia de cada uno, lo que ponemos nuestro como personas, esa parte del alma que dejamos en cada personaje que creamos y lo que hace que lo amemos como los hijos literarios que son. Me gustaría poder darte la solución definitiva a esto, pero es lo único que se me ocurre que puede funcionar.
4. Los diálogos son una parte vital de los personajes. A través de cómo se comunican y qué comunican se puede intuir y corroborar su propia personalidad. ¿Cuáles son tus métodos para conseguir que los diálogos sean distintivos entre personajes y que no suene como si el mismo personaje estuviera teniendo un monólogo consigo mismo? ¿Y qué piensas del lenguaje corporal que acompaña a las conversaciones? ¿Podría ayudar a dotar de más personalidad del diálogo si cada personaje tuviera una serie de gestos particulares dependiendo del tono de la conversación? Por ejemplo: si está nervioso X suele rascarse la mejilla, pero en la misma situación Y nunca haría eso, sino que estaría moviendo la pierna. Son gestos que pueden dar cierto carácter a los personajes pero al mismo tiempo tampoco dicen mucho de su psique profunda, así que ¿crees que esos detalles podría dar algo de humanidad a los personajes o solo harían la lectura más lenta?
Es muy importante porque la forma de hablar que tiene cada individuo es parte de su personalidad. Así que no podemos dejarlo de lado. Sin embargo, creo es un poco una de mis asignaturas pendientes. Me explico, intento que los personajes tengan expresiones propias, pero puedo mejorar. Hay líneas que tengo claras, por ejemplo, que un personaje no diga palabrotas o las diga solo cuando esté al límite, o que tenga un vocabulario extenso que demuestre que tiene cultura, o que hable con un léxico más coloquial, use muletillas, una determinada frase hecha… Eso sí, lo hago. Lo otro lo intento, y alguna vez, fallo. Y eso sucede más cuando introduzco expresiones muy mías, que se las coloco a todos sin pensar que pueden sonar raras para los demás, porque a mí me suenan tan normales, pienso que las dice todo el mundo. Y, sorpresa, no. Son made in Marina.
En cuanto a los gestos, también es fundamental. Sobre todo, que un gesto no sea de todos. Que todo el mundo en un libro tenga la costumbre de rascarse la nariz, queda antinatural, pesado. Que lo haga un personaje, es creíble. Me acuerdo de la primera vez que le di a mi madre (mi más fiel lectora beta) uno de mis manuscritos y, cuando me lo devolvió, me dijo que escribía muy bien, pero que abusaba de que los personajes sonrieran de medio lado y que resoplaran, que todos lo hacían y muchas veces, y cansaba. Gracias, mamá, me diste mi primera lección sobre lo que no debo hacer.
5. El desarrollo del protagonista suele ser esencial en toda historia para que el lector también pueda sentirse satisfecho con el transcurso de los eventos. Sin embargo, ¿un personaje puede cambiar de principio a fin tanto como para incluso convertirse en lo que antes odiaba o su contrario? ¿Podría haber una coherencia en esa transformación o seguiría siendo forzado a pesar de que haya cierto desarrollo “justificándolo”? Por ejemplo: un asesino psicópata se convierte en el mejor niñero, o una mujer mimadísima que no ha dado un palo en su vida se convierte en una adicta al trabajo, etc. ¿Hasta qué punto puede cambiar un personaje sin que deje de ser ese personaje?
Un personaje tiene que evolucionar, si no, es un rollo porque la narrativa se basa en eso. ¿Hasta dónde? Bueno, esto es conflictivo. Yo me apunto a la teoría de Shrek de que somos cebollas y tenemos capas, e igual la capa que mostramos al principio cubre otras que aparecen conforme la trama avanza. Un personaje cobarde puede acometer actos valientes porque no le queda otra, pero no de repente. Al principio dudará, huirá, hasta que vea que la única salida es hacerle frente a lo que sea. Y esa determinación estaba oculta, pero estaba. Si no, se va a morir y nos quedamos sin personaje. No sé si me explico. Lo importante para que sea creíble es que sea gradual y obedezca a una necesidad. No puede ser que en la página uno presente a una mujer florero y en la dos la tenga trabajando como una loca. Sin embargo, si en el proceso se divorcia o se queda viuda, o papá le retira la asignación económica, y no le queda otra más que trabajar para comer… De inanición no se va a morir. Puede que incluso se convierta en ladrona o timadora si no es buena gente. Pero evolucionará porque es humana y los humanos nos adaptamos.
Yo soy partidaria del cambio siempre y cuando sea como digo, poco a poco y con sentido. Si los lectores no se lo creen, es fallo nuestro.
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