El verano se acaba, y las ideas estallan
No sé si es una impresión compartida, pero tengo la sensación de que este agosto se ha hecho tan largo como corto. Es como si la vida pasara de forma lenta pero inevitable... y yo solo la veo pasar mientras voy a mi ritmo porque, en fin, ¿quién quiere seguir el desenfreno que nos colapsa hoy en día?
Pero da igual cuan largo o corto se haga el mes: el tiempo es tiempo, y en el tiempo ocurren cosas... cosas literarias. Así que vamos a ellas.
Una variación en el té
Siempre digo que voy a hacer más publicidad de la antología de microrrelatos que publiqué en marzo, pero al final no hago nada... Y en parte es por una razón, digamos, estética. Veréis, cuando la publique, no tenía dinero para encargar nada, en general. Por ello, hice la portada a raíz de una fotografía de un banco de imágenes gratuitas. Ningún problema con ello, me gustaba bastante la portada. Pero soy muy tiquismiquis. Y me gusta que mis libros tengan su propia identidad, con sus portadas únicas. Así que ahora que tengo un salario, lo primero que encargué a mi ilustradora de confianza fue una portada para la antología. El resultado final es un tanto diferente a como yo me lo había imaginado, pero siempre suelo confiar más en la opinión de otros más expertos que yo y, para qué engañarnos, me ha encantado el resultado:
Antología de fantasía a la vista
Es la primera vez que participo en una antología de relatos conjunta y la verdad es que estoy bastante contenta tanto con cómo lo ha llevado a cabo Tentetieso (contratando a una correctora y maquetadora profesionales) como con el buen rollismo que nos traemos entre las autoras.
Sobre mi relato, la verdad es que me encantó escribirlo. Trata sobre una aprendiz que quiere cambiar su suerte como pupila de "caballeros" que no tienen ni una sombra donde caerse muertos y se lanza a una misión loca junto con una elfa milenaria y muy borracha. Es un relato para echarte unas buenas risas. Espero que lo disfrutéis 💓
Ho-ho-hope
El mes pasado comenté que ya había empezado la reedición de Hope, y en ella sigo. Avanzo bastante lento (un capítulo por día, si no me toca trabajar) y, me digo cada vez que lo pienso que no pasa nada, que no tengo ninguna prisa. De hecho, prisa es lo último que debería tener. Mientras voy reeditando el libro estoy tomando notas para que mi ilustradora haga varias ilustraciones, las cuales le van a llevar su tiempo. Además, una vez termine mi reedición (esta vez sí que sí), se lo daré a una correctora para que lo pula por completo. ¿Siento que trabajo para poder costearme los gastos de mi otro trabajo? Hehe, sí. Pero como para muchos esto no es más que un hobbie... *suspira fuerte*
Sin embargo, no solo estoy avanzando lento porque no tengo todo el tiempo del mundo para dedicárselo o porque quiera ser paciente. Disfruté bastante revisando el primer día de Hope (el libro se divide en siete días), pero a partir de ahí... o se me fue la emoción o es que la corrección es más intensa y costosa para mí... o ambas. El caso es que sentarme delante de Hope me está costando bastante a un nivel anímico. Desde que lo publiqué supe que quizá lo había hecho demasiado denso, pero en ese momento no sabía cómo aligerarlo. Ahora lo sé. Y estoy quitando tanto (acabo de terminar el tercer día y ya he borrado 20.000 palabras) que me da miedo convertirlo en otro libro. No estoy añadiendo trama nueva, pero hay algunos aspectos que sí estoy eliminando porque los considero poco realistas. Y eso, en una novela contemporánea, puede sacar al lector de la lectura y hacerle perder el interés. Así que estoy haciéndole un "lifting" en toda regla, quitando todo lo que no necesita. Por un lado, es satisfactorio ver que esa sensación que tenía hace 3 años pero que no sabía cómo abordar al fin está llevándose a cabo por mi propia mano, pero es un trabajo cansado. Sigo avanzando porque a cabezona no me gana ni el melodioso canto de la procrastinación, pero es eso; no podemos esperar que antes de finales de este año Hope vuelva a las andadas. Eso sí: cuando lo haga, será espectacular.
Rompiendo el orbe
Cuando hablo de escritura, suelo hacer uso de la misma metáfora que comparte V.E. Schwab para reflejar lo que supone el acto de escribir el primer borrador de una novela. La idea que tienes es un orbe perfecto, sin fisuras, pulido y precioso. El acto de sentarte a escribir esa idea es reventar ese orbe contra la pared más cercana, con todas tus fuerzas, y agacharte a recoger pedacito a pedacito, juntando todo hasta que parezca más o menos otra vez ese orbe.
Pues ahora me duele la espalda de estar agachada. Porque sí, no podía aguantar más tiempo sin empezar a escribir el borrador de la secuela de Helhest. ¡Yay! (?)
Al igual que con Hope, me lo estoy tomando con bastante calma. Me siento a escribir por las tardes que tengo libres y no me pongo un mínimo de palabras. Si escribo 100 palabras, está bien. Si escribo 1000, está bien. Haga lo que haga, está bien siempre que vaya avanzando y sacándolo adelante.
Sin embargo, no puedo decir que esté muy contenta. Y, al mismo tiempo, no suelo estar contenta nunca cuando empiezo a escribir un borrador. Después de pasar por un largo proceso de corrección (y, de hecho, de estar en medio de uno), escribir una idea de nuevas es doloroso. Tus palabras se atropellan, te dejas cosas sin contar que tenías que indicar, los diálogos parecen secos... Y es normal. Un primer borrador es el esqueleto de una novela. Ningún lector va a verlo porque estará recubierto de músculos y tendones, arterias, piel, ropa e incluso alguna que otra joyita. Pero sin ese esqueleto, todo lo que hace que parezca real, vivo y bonito, no se podría sostener en nada y sería insulso.
Me da miedo que el síndrome del impostor se meta demasiado en mi cabeza a la hora de escribir, pero tampoco es que pueda hacer otra cosa. Por lo general, esa sensación se va desvaneciendo cuanto más escribo. Así que no me queda otra que aguantarme. Escribir no siempre es bonito, no todas las etapas van a ser guiadas por una "musa" que te hace evadirte durante horas y horas hasta terminar el manuscrito. A veces es simplemente decirte que vas a sentarte a escribir un rato y que, sí, será un desastre, pero ya lo arreglaremos, tal y como hacemos siempre.
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