Julio de relecturas, perfeccionismo y gatos
Este mes la verdad es que no sabía muy bien qué iba a salir de este update... dado que no he hecho prácticamente nada. Lo cual, a decir verdad, es una gran novedad en mí. Pero una novedad aburrida. Así que vamos a mantener este repaso cortito, si os parece (o esa fue mi intención):
1. Ar Saoghal
El mes pasado me propuse releer Noroi y Helhest para hacer un registro de detalles que no quería se me pasaran a la hora de escribir Sorgina y sus secuelas. La muy ingénua de Inés del pasado creyó que en un mes me podría leer Noroi tranquilamente; y la verdad es que solo he podido con mitad del libro, hasta ahora. No porque no le haya echado ganas... sino más bien por todo lo contrario.
¿Sabéis lo que es ser una maldita perfeccionista? Pues entonces sabéis lo que soy.
En teoría, me encanta que, al leer un texto mío de hace un par de años vea tantas cosas que mejorar. Porque eso significa que mi "técnica" ha evolucionado.
En práctica, desearía ser una maldita arrogante e ignorante que sigue escribiendo exactamente igual, no importa cuánto tiempo pase. Porque, cuando me he puesto a leer Noroi y he visto todas las cosas que necesitaba escribir mejor..., pues no es como si alguien fuera a detenerme, ¿no?
Obviamente, no estoy cambiando absolutamente nada relevante. Es una cuestión de narrativa y de mi desmesurada obsesión por los gerundios. Desde que publiqué Noroi en 2023, he perdido la cuenta de las versiones mejoradas que he subido a Kindle; porque no me cuesta nada. Nada más que tiempo, claro. No soporto pensar que alguien pueda acercarse a mi obra y que, teniendo yo una versión mejor, acceda a una "peor". Que no es que esté mal. Pero, para mí, es inaceptable.
En ese sentido, la autopublicación es una maldición para mí. Porque es como si nada terminara de irse. Como si siempre pudiera cambiar o mejorar algo mientras no altere la historia. Y eso es muy peligroso.
Pero, aun consciente, no puedo evitar hacer cambios porque, de verdad, va más allá de mi autocontrol. Así que ahí estoy, pintarrajeando cada página de Noroi (en mi tablet, por suerte) al tiempo que tomo nota de todo lo que me parece relevante para el futuro. Es un trabajo que está haciendo la lectura más lenta, pero confío que en este mes sí que sí pueda terminarlo.
Por otro lado, me está gustando mucho releerlo. Veo pequeños guiños al futuro o foreshadowings que me hacen querer a esa Inés del pasado que, aunque definitivamente tenía un problema con los gerundios, sabía lo que estaba haciendo. (No como la Inés del presente.)
2. Hope
Y luego también está el Verkami de Hope. Va a estar activo hasta finales de agosto aunque, sinceramente, va bastante mal, estancado desde el comienzo. Pero, haha, no me importa. Y me encanta que no me importe, sobre todo después de todo el estrés que tuve con el otro Verkami que hice. Obviamente, me encantaría que se llegara a la meta y que haya interés por una novela que es tan importante para mí. Pero también soy realista. Sé que apenas he hecho publicidad del proyecto, que también hay gente que ya leyó la primera versión o que quizá no es un libro de gran agrado. Tampoco es que sepa muy bien cómo atraer la atención del público hacia esta novela sin enseñar todo el odio y dolor que hay en él. Quizá es justamente lo que tendría que mostrar..., pero me sigue sin resultar "natural" llevar algo tan pesimista a la cara de la gente. Estamos tan acostumbrados a solo llevar entretenimiento y bromas que los temas serios se nos quedan atragantados.
Este mes, si la relectura de Noroi me lo permite, quiero darle un último repaso a la maqueta, para asegurarme de que no hay errores de estilo a la hora de llevarlo a la imprenta. Se me hace superraro pensar que en un mes estará en producción, una vez más. Pero las ganitas que tengo de sacarlo, no lo sabéis bien.
Epílogo
Y este habría sido mi julio de escritora. Lo dicho: poco escribir y mucho rayarme la cabeza. Ahora que lo he estado pensando bien, tampoco es de extrañar que solo haya podido leer medio libro de Noroi (aun a pesar de mi empeño en la perfección). Es decir, no solo he estado toda una semana fuera de casa, en Asturias, haciendo colas para ver a autores internacionales en el Celsius, sino que además vuelvo a estar de enfermera de gatetes.
Todavía no ha pasado un año (pero casi) desde que adopté a tres hermanitos de gatete que se habían quedado ciegos de pequeños. Eran de la colonia al lado de la casa de mis padres y estaban infectados por un virus genético: el herpevirus. Ese virus, básicamente, hace que les salgan úlceras en los ojos, los inflaman y, sin tratamiento, hacen que los pierdan por completo. Por desgracia, mis chicos no estuvieron a mano hasta que ya fue demasiado tarde. Mi madre encontró a la chiquilla (la ahora infame Maomao) y me dio la opción de que yo la cuidara o la dejara morir. Sin presiones. Tuve la suerte (y los hermanos de Maomao también) de que quienes "gestionan" (por completo por su cuenta, porque el ayuntamiento no hace una putísima mierda) las colonias de gatos habían encontrado a los otros dos hermanos afectados y pudieron cuidar también de la que me había dado mi madre. No es que me quisiera lavar las manos del asunto, sino que me resultaba bastante complicado porque yo vivía con mis padres y con dos perros que no toleran a los gatos, y tenía miedo de llegar a casa y descubrir que el cabrón de Sam había aprendido a abrir las puertas (que podría).
Uno o dos meses más tarde, me independicé al piso en el que me había criado y apenas había pasado una semana en esa independencia cuando les dije que podía cuidar de los tres bebés. La idea era quedármelos como casa de acogida hasta que encontraran un hogar de adopción definitivo. Los tres se habían quedado ciegos, sin ojos, y era consciente de que iba a ser complicado encontrarles casa, pero no tenía prisa. Lo que tenía era una completa ignorancia de hasta qué punto la ceguera complicaría sus vidas. Y no tardé en descubrirlo: nada en absoluto.
Los tres juntos, pequeños como ratitas gordas, se apañaban que daba gusto. Si uno descubría la comida, los demás iban detrás. Si otro descubría el agua, lo mismo. La arena. El sofá. Las estanterías... Al principio, les dejé una semana en el salón para que adaptaran a una sala más o menos pequeña (siguiendo consejos de internet) y, aunque pensaba ir desbloqueándoles la casa habitación por habitación, en cuanto les abrí la puerta, básicamente se hicieron con el resto. Obviamente, los cabezazos que se han pegado (y se siguen pegando de vez en cuando) son inevitables. Pero ellos juntos, con su fino oído y su olfato, son imparables. Son gatos, al cien por cien. Y, por mucho que la gente se apene de ellos porque están ciegos..., sinceramente, yo ya no siento ninguna pena. Claro que me encantaría que tuvieran todos los sentidos, pero es que ellos no sufren por esa pérdida. Tienen una vida plena, juntos. Y, sabiendo lo mucho que habían sufrido y que juntos es como deberían estar... pues entre que durante meses no hice ni el más mínimo esfuerzo por buscarles adopción y que sabía que en ningún otro lugar iban a estar mejor que conmigo, que ya me he adaptado a ellos (no dejar muebles/cosas fuera de lugar para que no se choquen/tropiecen, ponerles accesos a ciertas ventanas -que nunca abro-, o no hacer ruidos fuertes que puedan asustarlos -como pisadas fuertes, palmadas, golpes, etc.-), pues al final decidí quedármelos para siempre.
Pero, claro, tres gatos es un máximo bastante importante. Al poco de tenerlos en casa, ya me tuve que encargar también de otra gatita que apareció en mi trabajo (bodegas subterráneas) y que, por suerte, encontró una buena casa de adopción increíblemente rápido. Y ahora, como cada verano desde hace ya 2 años, he vuelto a tener otro caso de gatito en apuros. De nuevo, mi madre lo cogió de la colonia de gatos y me dijo que o lo salvaba o lo dejaba morir. Sin presiones, mamá, sin presiones... Ains...
El caso es que la bicha parece ser una hermana (o hermanastra) de mis chicos, ya que tiene el mismo pelaje anaranjado y el mismo virus que ellos sufrieron de pequeños. Por suerte, a ella se la ha cogido lo suficiente pronto como para salvarle los ojitos. O al menos uno. Me estoy peleando mucho con el otro ojo y tengo que apañarme como puedo para darle medicina tres veces al día, a ver si lo recupera. De momento, solo quiero centrarme en eso, pero al mismo tiempo tengo que mentalizarme con que, por muy bien que esté aquí y lo a gusto que se sienta con sus hermanitos... voy a tener que darla en adopción. Me va a doler, lo sé, porque me es inevitable no encariñarme, pero económicamente sería una irresponsabilidad quedármela. De hecho, económicamente ya irresponsable que tenga tres gatos. Según mi chico (que debe haberlo oído por ahí, y tiene toda la razón), si no puedes permitirte la operación más cara del veterinario (3000 pavinis) para cada animal, no deberías tenerlo. Y yo, sinceramente, no podría permitirme ni una. Obviamente, no es como si lo fueran a necesitar (toco madera), por eso sigo manteniéndoles a cuerpo de rey, pero sí que es algo que debo controlar antes de que mi casa se convierta en una colonia de gatos (a la cual, de tener los medios para mantenerlos bien, yo no me opondría, sinceramente).
¿Por qué os cuento todo esto aquí, donde siempre os hablo de mis proyectos? Pues porque, por un lado, necesitaba "desahogarme". Por otro, porque me gustaría visibilizar y recalcar que un gato/perro/loquesea ciego no es un animal que requiera más trabajos que otro, ni que vaya a tener una peor vida (mi casa está libre de moscas gracias a mis gatos). Y, quizá el más fantasioso, porque me gustaría inspirar a la gente a que cuiden de los bichos en apuros que encuentran por la calle. Siempre que acabo con animales malheridos/abandonados/quenecesitanalojamiento, la gente reacciona como que me he metido en un berenjenal. Como si tuviera otra opción. Porque la triste realidad es que siempre que acabo en estos "berenjenales" es porque nadie más está dispuesto a hacerlo. Obviamente, es mucho trabajo. Obviamente, te va a alterar la rutina y vas a gastar dinero en veterinarios y tiempo y todo lo demás. Pero si nunca os habéis metido en este berenjenal, no sabéis lo bonito que es sacar a un animal moribundo o herido adelante. No sabéis lo que es cuidar de un bichejo que lo necesita y ver cómo gracias a ese esfuerzo se convierte en un animal dichoso y lleno de cariño. No lo sabéis, y deberíais saberlo. Porque siempre se confía en que los de siempre nos encarguemos. Pero los de siempre estamos saturadísimos. No hacemos esto porque nos guste. Lo hacemos porque es lo que se tiene que hacer, y punto.
Así que, sí, digamos que he estado un poco liada este julio. En agosto, no me da la impresión de que vaya a estar menos ocupada (si no más), pero seguiré cuando pueda con estos proyectos que me dan la vida.
Gracias por leer, siempre. ¡Nos vemos a finales de agosto!
Comentarios
Publicar un comentario