Una vez más, terminamos el año escribiendo

 

¡Buenos días, lectorxs!

Esta entrada me encuentra en mitad del monte, en el mismo en el que escribí un ladrillaco que me dio por llamar Helhest. Me gustaría decir que aquí me siento inspirada para escribir por los codos, pero la verdad es que estoy disfrutando de unas merecidas vacaciones, forzándome a no pensar en el trabajo, a no obsesionarme con corregir y a disfrutar de estas últimas semanas lejos del mundanal ruido: viciándome a Clair Obscur: Expedition 33, pasándome Finding Paradise y deleitándome con la comida de mi chico. Por primera vez, hemos montado en el coche a todos mis gatos (mis 4 + Leónidas, un gatete que tengo en adopción) y hemos venido a la casa de mi chico (donde también habita Casca, una gata solitaria y adorablemente huraña). Siempre que me iba a algún sitio durante varios días, se los dejaba al cuidado de alguien en mi pueblo. Pero la verdad es que no me sentía a gusto dejándolos atrás, razón por la cual ahora mismo estoy inmovilizada (catdisabled) por el señorito Charlie, así que si me queda una entrada demasiado larga, es culpa suya.


Breve progreso del mes


Durante este diciembre, he terminado de escribir el primer arco de Sorgina (por tercera vez). Pero esta vez, lo tengo clarísimo, es la buena y verdadera. Aunque necesitan bastante repaso y reescritura -cosa a la que me estoy dedicando actualmente, antes de pasar a la escritura del segundo arco-, los fundamentos que establecen son los que necesito. Al fin, siento que este libro verá la luz en algún momento. Quizá no pronto -no tan pronto como yo quería-, pero podré escribirlo. Poco a poco. Muy poco a poco.

 

Reflexiones sobre Sorgina 

 

Si en algo se ha caracterizado este año es en lo mucho que lo he intentado con este maldito libro. A principios de año, tenía el primer manuscrito de la novela, con unas sólidas 85.000 palabras. Luego no me parecieron tan sólidas y me quedé solo con 25.000, reescribiendo de cero el resto. Y luego consideré que solo los dos primeros capítulos merecían la pena.

Sorgina ha sido un quebradero de cabeza brutal. Y la culpa, obviamente, es mía. 

Nunca he escrito un libro cuyo primer borrador no tenga como mínimo un año. Sé que no es eficaz. Sé que no es práctico. Pero os juro por los 6 gatos que me rondan (ahora también tengo a Maomao inmovilizándome las piernas, así que lo tenéis claro...) que he intentado hacer que funcione de otras muchas maneras y ninguna es efectiva. 

Necesito escribir un primer borrador que jamás, ni remotamente, verá la luz. 

Necesito escribir lo primero que me venga a la mente. Vomitar esas primeras impresiones, esas primeras expectativas. Y, después, alejarme del manuscrito. Tener la libertad para pensar más allá de lo que he escrito sin las presiones de ser fiel a ello. Necesito el tiempo para arreglar en mi cabeza todo lo que no me cuadra, lo que no me convence, o para mejorar lo que me encanta. 

Con Sorgina, he intentado ser metódica. He intentado seguir un esquema claro y creer que ese era el libro. Que estaba bien. Y, tal vez, así fuera, pero para mí no es suficiente. Gracias a él, la novela saldrá, eso sí. Ha sido un paso necesario para llegar a la verdadera historia. El problema ha sido mi percepción: creí que ese primer escalón me llevaría a la cima, como si fueran unas escaleras automáticas. La realidad es que, o subes paso a paso, o te quedas estancado en el principio. Y yo, con Sorgina, he ido arrastrándome poco a poco hacia arriba. Todavía lo hago, aunque quiero creer que ya me he agarrado a la barandilla para enderezarme un poco.  Pero mejor no la suelto, no sea que me vuelva a ir de morros.

 

Metas y lecciones aprendidas

 

Para sorpresa de nadie, no he conseguido cumplir la mayoría de mis metas literarias de este año. Entre ellas estaban dos sorpresas (pss... las nuevas cubiertas de Noroi y Helhest), republicar Hope y publicar Sorgina para finales de año. La cubierta de Noroi está por la mitad y Hope sí que volvió al mercado en septiembre, al menos. Esa reedición ha sido una de mis grandes alegrías del año. Al fin he conseguido publicar un libro sin estresarme ni deprimirme en el proceso. Me lo he tomado con tanta calma y tranquilidad que bien podría haberme quedado con toda la tanda de libros de la imprenta en casa y habría acabado igual de contenta. 

¿El secreto? 0 expectativas

He disfrutado reeditando el libro, haciendo la maqueta, poniéndolo bonito, encargando la preciosa cubierta a un ilustrador, corrigiéndolo con una profesional, y hasta aprendiendo a envolver los libros sin que pareciera que lo había hecho un niño de 3 años. Es decir, me he centrado en el proceso de fabricación, no en el asqueroso marketing, el cual ha sido lo que más he odiado desde que publiqué por primera vez. Claro que también es un trabajo importante, que sin el marketing no me va a leer ni mi madre. Pero, ¿y lo a gusto que he estado estos meses?

Durante los primeros años en los que he estado publicando, he intentado llevar a cabo el marketing de la forma más orgánica posible. He intentado crear nuevos lazos con gente del mundo de la literatura, sin nunca esperar un beneficio interesado de ello. He intentado ser agradable, he intentado ser una persona accesible, he intentado ser visible. 

Pero es que hay tanta gente tan puto falsa que me drenan todas las energías y ganas de seguir intentándolo. Me he puesto en contacto con muchas cuentas para hacer colaboraciones, regalándoles mi libro, siempre que ellxs estaban dispuestxs e interesadxs en leerlo. A veces han cumplido y creo que ambos hemos ganado con ello. Pero la mayoría de ocasiones, la gente desaparece. Si eso, te ponen excusas. Si eso, suben una reseña que lees con un tic en el ojo porque no sabes qué han leído, pero tu libro seguro que no. Y, si eso, te dirán eternamente que se lo van a leer pronto, pero nunca lo hacen. 

Todas esas cosas las he aguantado durante años. He intentado no darles mucha importancia porque, al fin y al cabo, siempre eran colaboraciones digitales que a mí no me costaban ningún dinero. Solo paciencia. Mucha paciencia.

Pero a principios de año cerré por completo el grifo de las colaboraciones. La gota que colmó el vaso fue que, a finales del 24, oferté a reseñadorxs de IG 8 copias de Noroi para colaborar. 8 copias en físico. Yo no iba a buscar a nadie. Quien lo quisiera, quien lo quisiera de verdad, que me lo pidiera. Enseguida muchas cuentas pequeñas me pidieron colaborar. Yo mandé los libros. En las condiciones de la colaboración, indicaba que tenían un máximo de 6 meses para leerlo y reseñarlo en IG y Amazon. Supongo que ya intuís que no salió nada bien...

Solo 2 o 3 se leyeron el libro. Ninguna lo reseñó en Amazon. Cuando pasaron los 6 meses, escribí a las que no habían dado señales de estar leyéndolo en todo ese tiempo. Algunas me dijeron que iban a leerlo ya, que no les había dado tiempo (spoiler, nunca lo hicieron). Otras dos me dijeron que el libro no iba con ellas. A ellas, les dije que si no se iban a leer el libro, que me lo devolvieran. A la primera que me lo dijo, me ofrecí a pagarle el envío, pero se negó a ello y me lo devolvió sin problemas. La otra... joder. Me cabreo solo de recordarlo. Estuve meses, MESES, detrás de ella para que me enviara el libro. Porque me decía que me lo iba a enviar la semana siguiente, pero no lo hacía. La escribía dos semanas después y me decía que a la semana siguiente sin falta. Y así durante 3 putos meses que me tuvo. En cuanto recibí el libro, la bloqueé.

Pero el daño ya estaba hecho. Estaba quemadísima. Dejé de seguir a la gente que me había dicho que se lo iban a leer porque me ponía negra ver cómo subían más unboxings y lecturas comerciales y populares mientras mi libro, el cual yo me había gastado el dinero tanto en imprimir como en enviarles, quedaba en el absoluto olvido. Es que, sinceramente, no podía (ni puedo) entender la enorme falta de respeto que tiene esta gente de pedir a una escritora pequeña como yo que haga ese desembolso de dinero y que ellas sean incapaces de si quiera intentar cumplir su palabra, y que encima me vengan mintiendo. De verdad, me harté muy fuerte.

Por eso, este año he dejado de seguir muchísimas cuentas que me parecen superfalsas. He dejado de subir reseñas o de hablar de libros autopublicados o de otras escritoras que conozco que no considero que merezcan la pena. Me he sentido muy sucia intentando encajar en este mundo en el que si no le lames el culo a todo el mundo parece que nadie quiere ni oír hablar de lo que has escrito. 

Puede parecer un error, pero quiero encerrarme con mi grupito de gente que sé que, cuando te hablan, no están intentando mentirte ni engañarte. Qué cojones, eso es lo que he hecho. Y qué a gusto estoy. No me importa que mis libros no salgan en un montón de cuentas, mal reseñados. No me importa no tener ventas, ni que no me conozca ni el tato. Coño. Quiero escribir. Quiero pasármelo bien mientras publico y estar orgullosa de mi trabajo. No necesito amargarme ni estresarme como lo he estado haciendo estos años pasados. Estoy contenta donde estoy. Así que aquí es donde me quedaré. 

(Y mientras escribía todo esto, Robin también se me ha puesto encima, para completar la triada de mis gatos cieguitos).

En resumen, podría decir que ha sido un año en el que me he replanteado la forma en la que estoy haciendo las cosas y la forma en la que quiero seguir haciéndolas.

Para el 2026, no me atrevo a hacer predicciones fijas ni promesas. Pero esta sería mi única meta: terminar de escribir Sorgina y convertirlo en mi mejor libro hasta la fecha. No sé si podré publicarlo para el año que viene o si ya caerá para el 27. No tengo prisa. Solo quiero disfrutar del proceso, porque para eso lo hago.

Mil gracias por leer esta última entrada de 2025. Que tengáis feliz salida de año y una mejor entrada. 

¡Hasta la próxima! 

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